ANTOLOGIA DE DECALOGOS LITERARIOS

"Los Diez Mandamientos, considerados útiles reglas morales para vivir en sociedad, tienen un excelente uso literario. El escritor, al contar sus historias, debería hacer que sus personajes violen constantemente estos mandamientos, en conjunto o por partes. Mientras alguien robe, mate, mienta, fornique, blasfeme o desee a la mujer del prójimo tendremos un conflicto y en consecuencia una historia que contar. Por el contrario, si sus personajes se portan bien, no sucederá nada: todo será aburridísimo."
Fernando Ampuero


Uno de los más interesantes y que recoge más sabiduría, tiene un solo postulado. Se lo leí a Alejandro Quintana y dice:

"Porque en realidad ya se ha contado todo; lo novedoso es contarlo de forma interesante".

Es muy común que los escritores, cuando gozan de cierto reconocimiento, decidan organizar sus ideas en forma de recomendaciones que suelen enumerar en listas, generalmente en forma de decálogos, muy a manera de configurar una suerte de "Tablas de la Ley"o de "Diez Mandamientos" , en los que pontifican,-con razón o sin ella, en concordancia con su prestigio y sabiduría o apenas haciendo gala de una vana pretensión un tanto ególatra- sobre sus verdades decantadas acerca del oficio de escribir.

Unos condensan verdaderas sentencias, otras son apenas esbozos que naufragan en su propia babosería; unos son un compendio de ingenio, otros verdaderos destellos de humor, mientras algunos apenas sí resbalan como peligroso chascarrillo en el reino del lugar común.

De todas maneras, en esta página recopilamos algunos de ellos, como elemento para el análisis y estudio de los interesados en el ejercicio de escribir. Muy recomendado para aprendices y aficionados, para lectores desprevenidos, para alumnos de talleres literarios y para todos los que se deleitan del bello arte de la Literatura.

Al final citamos los más ingeniosos, clásicos, reconocidos o polémicos.

Lo que comenzó como un divertimento, pasó a ser una disciplina que permite enriquecer la teoría de la creación literaria, en la voz de los maestros. La idea original parte de la página www.emiliorestrepo.blogspot.com
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domingo, 12 de abril de 2015

¿Por qué escribimos? Ana von Rebeur

¿Por qué escribimos?
Ana von Rebeur
¿Por qué dedicarse a escribir, pudiendo hacer cosas tanto más placenteras? Durante 20 años le hice esta pregunta a cantidad de escritores y recopilé sus respuestas leyendo entrevistas mucho antes de que existiera Internet. Así supe por qué tantos se metieron en esta diversión desesperada tan parecida al amor. Podrás encontrar el " Por qué escribo" de tu autor favorito.

Para entender. Para amar. Para que nos quieran. Para saber. Por necesidad. Por dinero. Por costumbre. Para vivir otras vidas y revivir la propia. Para dar testimonio. Cincuenta escritores tratan de contestar esta pregunta incómoda
  

Una pregunta muy complicada

Algunos llegaron a la literatura por vocación, por el placer de la lectura y para emular a los autores que admiraban. Ahora crean por necesidad vital, o simplemente lo hacen por dinero. Autores de renombre revelan los motivos por los que dedican sus vidas a la escritura.

En el principio fue el verbo... Así lo recoge San Juan en su Evangelio. La palabra que conforma el mundo, el nombre que lo explica todo. Puede que no fuera tal, puede que antes del verbo existieran cielos, mares, noche, día, estrellas, firmamento. Pero si nadie sabía cómo nombrarlos, no eran nada, absolutamente nada. Así que al principio fue el verbo, como bien dejó escrito Juan. Y a ese verbo bíblico lo siguieron la épica de Homero, la intemperie y el poder de los dioses, el amor y la guerra que nos relata la Ilíada y, después, el delirio del Quijote, y luego, la soledad de Macondo.

Puede que después de episodios narrados como aquéllos no hiciera falta nada más. Pero a los clásicos, que montaron todos los cimientos del templo, siguieron más generaciones -"el eslabón en la cadena ininterrumpida de la tradición", de la que alerta Enrique Vila-Matas-, algunas nuevas preguntas para cada era, nuevos problemas y, por lo tanto, conceptos nuevos, palabras nuevas. Detrás de su registro se escondía un escritor. ¿Por qué?

¿Por qué escribir? ¿Para qué nombrar? ¿Para qué contar? Para entender. Para amar y que te amen. Para saber, para conocer. Por miedo, por necesidad, por dinero. Para sobrevivir, porque no todo el mundo sabe bailar el tango, ni jugar bien al fútbol. Por costumbre, para matar la costumbre, por vivir otras vidas y revivir la propia. Por dar testimonio, porque no se sabe escribir bien, confiesa John Banville. Porque leyeron, padecieron y miraron cara a cara a la muerte.

Porque el verbo provoca desasosiego en Nélida Piñón; porque no se elige, como un amor, añade Amélie Nothomb. Por ser el masoquista que uno lleva dentro, aduce Wole Soyinka; por los arroyos y los torrentes de los libros leídos, cuenta Fernando Iwasaki; como forma de existencia, según Elvira Lindo. "Una manera de vivir", dice Vargas Llosa, parafraseando a Flaubert. Para sentirse vivo y muerto, proclama Fernando Royuela. Igual que uno respira, suelta entre interrogaciones Carlos Fuentes. O para sobrevivir a ese fin, "a la necesaria muerte que me nombra cada día", testimonia Jorge Semprún.

La escritura es dolor y placer. Como el cuento, como la retórica aristotélica, se arma, se aprende. Principio y fin. Antes que nada vino el verbo, lo deja claro San Juan. También lo sabía Kafka. Pero el escritor checo pregunta: "¿Y al final?". Quizás silencio, como interpreta sobre su obra George Steiner, con buen tino, oliéndose el apocalipsis de la destrucción europea.

Como testimonio también se mete uno entre papeles. Se escribe por el mismo motivo por el que Ana Frank comenzó a organizar su diario. O por el que la poeta rusa Anna Ajmatova, cuando se pasó 17 meses en las filas de las cárceles de Leningrado para ver a su hijo, respondió a una mujer que la reconoció y le preguntó si podría describir aquello que sí, que lo haría. "Entonces -dice Anna en Réquiem -, una especie de sonrisa se deslizó por lo que alguna vez había sido su rostro." Eso fue suficiente motivo. La emoción de la verdad, la justicia de dejar constancia. Para que otros quizás lo aplicaran a su presente, para que no se repitiera.

Pero Anna Ajmatova confesó, además, que escribía por sentir un vínculo con el tiempo. También se lo hizo por amor, por miedo al amor, por desgarro. En honor a las musas, como Shakespeare, "ese goloso de las palabras", a juicio de Steiner, en sus sonetos: "Mi musa por educación se muerde la lengua y calla mientras se compilan/ elogios que te visten de oropeles/ y frases que las otras musas liman". Una pieza que termina con toda una declaración de intenciones y una respuesta al gran asunto de la escritura: "Si a otros por sus dichos los respetas/ a mí, por lo que pienso, que es mi letra".

Al principio fue el verbo. Pero Cervantes y Shakespeare lo enaltecieron, lo igualaron a la medida de Dios. Porque exploraron todos los delirios y las pasiones de sus criaturas. ¿Por qué escribir? Para emularlos, sin más. Podría ser. "Para parecerme a Espronceda", como suelta Caballero Bonald. Escribir porque se medita, como Descartes, como Chesterton, cuya obra nos envuelve en una paradoja sin fin. Para adentrarse en los laberintos y no necesariamente querer salir de ellos, como Borges. "Porque estamos aquí, pero querríamos estar allí", dice Antonio Tabucchi. Por emular la infancia, cuando la niña Almudena Grandes enmendaba la plana a los finales que no le gustaban. Por volver a inventar historias de indios, vaqueros y pitufos, dice David Safier. Porque a la hora de hacerlo, "disfrutar es una palabra que se queda corta", confiesa Ken Follet.

Para fijar la memoria, una forma de "hacer surgir los recuerdos y las imágenes", cuenta Álvaro Pombo. Para volver a vidas anteriores, a las lecturas y los tumbos que cada uno lleva en la mochila, según Arturo Pérez-Reverte. Como vicio solitario, describe Héctor Abad Faciolince. Porque uno no se encuentra bien, asegura Juan José Millás. Por afición o por aflicción, dice Gonzalo Hidalgo Bayal. O porque le gustaban las redacciones en el colegio, como descubrió Antonio Muñoz Molina. Y hasta hoy.
La palabra es agua y cada historia, el río que las lleva. El escritor es quien domina la corriente, como hicieron Balzac, Dostoyevski, Dickens, Galdós, Clarín, Flaubert, Tolstoi, que siguió la estela épica de Homero como nadie. O el que va contra la corriente, como Marcel Proust, James Joyce, Valle-Inclán. Sin dudas, hay que enfrentarse a ello, como dice Josep Pla en su Diccionario de Literatura , "con temperamento". O con el empeño de conocerse, a la manera de Montaigne y los grandes memorialistas posteriores del siglo XVIII. Entre la verdad y la exageración, pero con talento, como Casanova.

El juego, la tortura de la palabra, también es lícito. Pero eso es más cometido de los poetas, como admitía Jaime Gil de Biedma. Para él, escribir era "erosionar el idioma en la forma en que el idioma lo admite". Es decir, maltratar el verbo, fustigarlo, estrangularlo. Pero para resucitarlo después, como el Evangelio. A lo largo de la historia, el escritor ha visto crecer Babel y ha contribuido a entenderla. Pero hubo también un tiempo, en el siglo XX, que lo aniquiló, que se arrojó al apocalipsis, con la Segunda Guerra Mundial. Disfrutemos en esta nueva era. Todos los motivos, todas las respuestas que se les ocurran a quienes deben contar nuestra historia son válidos.

Héctor Abad Faciolince
Porque mi cerebro se comunica mejor con mis manos que con la lengua. Porque me odio menos escribiendo que hablando. Por un ameno vicio solitario.

John Banville
Escribo porque no sé escribir. Un periodista le preguntó a Gore Vidal por qué había escrito Myra Breckinridge , a lo que contestó: "´Porque no estaba ahí"´. Fue una buena respuesta. Poner algo nuevo en el mundo es un privilegio que no se le concede a mucha gente.

Felipe Benítez Reyes
No sé por qué escribo, ni tampoco tengo demasiado interés en saberlo. En este caso, me preocupa más el cómo que el porqué. La pregunta me parece ociosa, de modo que cualquier respuesta posible no pasaría de ser una pirueta truculenta en el vacío. Aunque -quién sabe- a lo mejor escribe uno para eso: para obtener respuestas sin el requisito de una pregunta previa y, sobre todo, para ensayar piruetas truculentas en el vacío, que es un territorio literario bastante fértil.

John Boyne
Escribo porque las historias entran en mi mente y me niego a irme hasta que no escribo 26 letras en el teclado y las envío a una pantalla ante mis ojos. Escribo por Charles Dickens. Y por George Orwell. Y John Irving. Y Colm Tóibín. Escribo porque me encanta la sensación de tener un libro en mis manos y un libro en mi cabeza. Escribo porque me encantan las palabras. Escribo porque leo. Escribo porque siempre quiero saber qué ocurrirá a continuación.

José Manuel Caballero Bonald
Empecé a escribir porque quería parecerme a Espronceda. Un día encontré en mi casa familiar una biografía del poeta y quedé fascinado por alguien que murió con 33 años y había vivido grandes aventuras: fundó una sociedad secreta, sufrió persecuciones y cárceles, anduvo exiliado en Lisboa y Londres, combatió en las barricadas de París, fue diputado, vivió amores difíciles, luchó heroicamente contra el absolutismo, etcétera. Pues bien: como yo no podía emular a Espronceda en tantas y tan singulares hazañas, elegí lo que me resultaba más factible: ejercer de insumiso y escribir poesía.

Andrea Camilleri
Escribo porque siempre es mejor que descargar cajas en el mercado central. Escribo porque no sé hacer otra cosa. Escribo porque después puedo dedicar los libros a mis nietos. Escribo porque así me acuerdo de todas las personas a las que tanto he querido. Escribo porque me gusta contarme historias. Escribo porque me gusta contar historias. Escribo porque al final puedo tomarme mi cerveza. Escribo para devolver algo de todo lo que he leído.

Luisa Castro
La escritura para mí es una rendición. Escribo para conocer relatos que me cuento a mí misma. No me siento dueña de mis relatos, tienen vida propia, son autónomos y más poderosos que yo. No me identifico con ellos, no comparto sus ideas, ni su visión del mundo. Se producen en mi cabeza sin mi permiso, y cuando los suelto, es porque me han vencido.

Lucía Etxebarria
Para que me quieran más. Porque cada vez que alguien me dice: "Tus libros me han ayudado mucho, por favor sigue escribiendo", me da una razón para hacerlo. Porque al colocar a personajes en situaciones que simbólicamente pueden representar aspectos de mi vida y conseguir que salgan airosos de ellas, de alguna forma me salvo a mí. Porque siempre lo he hecho, porque es natural en mí, y porque es de las cosas que mejor hago, amén de dibujar, cocinar, hacer el amor y organizar fiestas. Escribo por amor, publico por dinero. Por esa razón, no publico ni la mitad de lo que escribo.

Umberto Eco
Porque me gusta.

Ken Follet
Disfruto escribiendo, pero "disfrutar" es una palabra que se queda corta. El acto de escribir me apasiona. Todo forma parte del reto de hechizar a mis lectores. Mi trabajo me absorbe de forma total.

Carlos Fuentes
¿Por qué respiro?

Almudena Grandes
Cuando era pequeña y leía un libro que me gustaba mucho, me inventaba a solas, para mí sola, otro final, la continuación que su autor no había querido escribir. Todavía ahora, cuando no puedo dormir, me cuento historias, las pienso, las repaso, las describo en silencio, con los ojos cerrados, hasta que me quedo dormida.

Mark Haddon
Ficción, poesía, teatro, pintura, dibujo, fotografía... en realidad eso no importa. Un día que no consigo hacer alguna cosa, por pequeña que sea, me parece un día desperdiciado. A veces puede parecer una bendición ser así, saber con tanta certeza lo que quiero hacer, pero a menudo es un sufrimiento, porque saber lo que quieres no es lo mismo que saber cómo hacerlo. ¿Por qué escribo? La única respuesta es "porque no puedo hacer otra cosa".

Gonzalo Hidalgo Bayal
"Por afición, por aflicción", escribí alguna vez. Por afición, porque es inclinación, necesidad, perseverancia y distracción. Por aflicción, porque sólo el dolor y sus numerosas circunstancias proporcionan suficiente materia literaria. En la afición se centra la relación con el lenguaje, que es, cuanto más intensa, más grata y divertida. La aflicción obliga, en cambio, a la búsqueda del sentido, si es que algún sentido tienen las desventuras de los hombres.

Fernando Iwasaki
Escribo porque es el más poderoso acto libertario que conozco. Escribo porque el hechizo de la literatura es fulminante y a mí me hace ilusión ser aprendiz de aquellas magias. Escribo porque mis padres y mis hijos se alegran cada vez que alguien les cuenta que ha leído algo mío. Escribo porque contar historias es el oficio más antiguo del mundo. Escribo porque dedico todos los libros de ficción a mi mujer y así -mientras siga escribiendo- ella sabrá que la sigo queriendo.

Use Lahoz
Escribo para reflexionar y pensar y darle vueltas a la vida de personajes siempre más interesantes que la mía. Y disfrutar del placer de la ficción, que es adictivo y que, como la realidad, no tiene límites. Escribo por supuesto para combatir el aburrimiento y pasarlo en grande. Para un escritor vivir, fundamentalmente, es escribir. Escribo para estar en paz conmigo mismo, por aquello que decía Machado de "yo vivo en paz con los hombres y en guerra con mis entrañas". Escribo porque conmueve y perdura, cada novela es la primera. Además es bastante barato. En fin: escribo porque aprendo, y así, a veces, parece que sigo estudiando.

Donna Leon
Al principio escribía para ver si podía hacerlo. Resultó que escribir un libro era muy divertido. Y por eso ahora, después de 20 años y de 20 libros, lo hago porque es divertido. Los personajes hacen lo que les digo que hagan; la realidad se puede cambiar para adaptarla a mis necesidades; si alguien muere, lo puedo resucitar al día siguiente. Supongo que también hay un elemento de vanidad. En una cena, todos queremos que presten atención a nuestras ideas, ¿no es cierto? Pero los buenos modales mandan que compartamos la conversación con los demás. Pero en un libro, nuestro libro, nosotros los escritores podemos seguir -bla, bla, bla- sin parar, y nunca tenemos que interrumpirnos para dejar hablar a nadie más.

Elvira Lindo
Escribo desde los nueve años. Desde muy joven empezaron a pagarme en la radio por guiones, cuentos y sketches . A los 31 años comencé a escribir libros. Pensé que escribir era mi oficio hasta que me di cuenta de que se trataba de algo más. Es un oficio pero también una forma de vida. No sabría vivir sin escribir. Todo lo que hago al cabo del día, lo que veo y escucho, lo que me provoca asombro, alegría o desdicha es material para ser contado. Y esa actitud vital, la de formar parte de la comedia humana pero la de ser también espectadora de ella, ese estar fuera y dentro a la vez, me ayuda a asimilar la experiencia de una manera enriquecedora. Escribo todos los días. Cuando no escribo, me siento una inútil, así que he llegado a una conclusión radical: nunca podré dejarlo. No sé hacer otra cosa, no sabría vivir de otra manera.

Alberto Manguel
Porque no sé bailar el tango, tocar un instrumento musical como la celesta o el glockenspiel, resolver problemas de matemáticas superiores, correr una maratón en Nueva York, trazar las órbitas de los planetas, escalar montañas, jugar al fútbol, jugar al rugby, excavar ruinas arqueológicas en Guatemala, descifrar códigos secretos, rezar como un monje tibetano, cruzar el Atlántico en solitario, hacer carpintería, construir una cabaña en Algonquin Park, conducir un avión a reacción, hacer surf, jugar a complejos videojuegos, resolver crucigramas, jugar al ajedrez, hacer costura, traducir del árabe y del griego, realizar la ceremonia del té, descuartizar un cerdo, ser corredor de Bolsa en Hong Kong, plantar orquídeas, cosechar cebada, hacer la danza del vientre, patinar, conversar en el lenguaje de los sordomudos, recitar el Corán de memoria, actuar en un teatro, volar en dirigible, ser cineasta y hacer una película en blanco y negro, absolutamente realista, de Alicia en el País de las Maravillas , hacerme pasar por un banquero respetable y estafar a miles de personas, deleitarme con un plato de tripas à la mode de Caën , hacer vino, ser médico y viajar a un lugar devastado por la guerra y tratar con gente que ha perdido un brazo, una pierna, una casa, un hijo, organizar una misión diplomática para resolver el problema del Medio Oriente, salvar náufragos, dedicar treinta años al estudio de la paleografía sánscrita, restaurar cuadros venecianos, ser orfebre, dar saltos mortales con o sin red, silbar, decir por qué escribo.

Javier Marías
Escribo para no tener jefe ni verme obligado a madrugar. También porque no hay muchas más cosas que sepa hacer, y lo prefiero y me divierte más que traducir o dar clases, que al parecer sí sé hacer. O sabía, son actividades del pasado. También escribo para no deberle casi nada a casi nadie ni tener que saludar a quienes no deseo saludar. Porque creo que pienso mejor mientras estoy ante la máquina que en cualquier otro lugar y circunstancia. Escribo novelas porque la ficción tiene la facultad de enseñarnos lo que no conocemos y lo que no se da, como dice un personaje de la novela que acabo de terminar. Y porque lo imaginario ayuda mucho a comprender lo que sí nos ocurre, eso que suele llamarse "lo real". Lo que no hago es escribir por necesidad. Podría pasarme años tan tranquilo, sin escribir una línea. Pero en algo hay que ocupar el tiempo, y algún dinero hay que ganar. También escribo para eso.

Luisgé Martín
Cuando escucho a algún escritor explicar las razones por las que escribe, pienso que yo también comparto esas razones. Todas. Me siento como un compendio, como uno de esos hipocondríacos que encuentran en sí mismos todos los síntomas de los que oyen hablar. Escribo como terapia psíquica, para ordenar el mundo y comprenderlo, para vivir vidas que no he podido vivir. Pero hace poco, leyendo el discurso de Pamuk en la Academia Sueca cuando recibió el Nobel, encontré una razón que nunca había escuchado así formulada y que me parece formidable: "Escribo porque puede que así comprenda la razón por la que estoy tan, tan enfadado con ustedes, con todo el mundo".

Luis Mateo Díez
Escribo para disimular la incapacidad de hacer cualquier otra cosa. Escribir no sólo me entretiene, también me apasiona y me hace sentir dueño de algo que se contrapone en mi existencia a una cierta inclinación de inutilidad. Los días en que me quedo satisfecho con lo que acabo de escribir tengo la convicción de no haber perdido el tiempo.

Eduardo Mendicutti
También a mí, como a Vargas Llosa, me dicen montones de veces que lo único que sé hacer es escribir. A lo mejor por eso acabarán dándome el Nobel. Para todo lo demás, estoy convencido, soy un desastre: para poner ladrillos, para cultivar tomates, para imponer el orden, para correr a pie o en bicicleta, aunque sea dopado, para condenar a delincuentes -con lo que a mí me gustan algunos delincuentes- sin que se me parta el corazón, o para defenderlos sin contagiarme... Cierto que, desde hace 30 años, soy bastante bueno como secretario general de una patronal de empresas consultoras, pero con algo tengo que redimirme. Claro que, según algún crítico y algunos colegas, puede que también para escribir sea una calamidad, pero de eso aún no he llegado a convencerme.

Eduardo Mendoza
Sinceramente, no lo sé. No es una respuesta bonita, pero es la que más se aproxima a la verdad.

Ricardo Menéndez Salmón
Escribo por insatisfacción. Si estuviera satisfecho, me limitaría a "vivir la vida", no a intentar comprenderla mediante la escritura. Claro que al intentar comprenderla, es decir, al escribirla, me doy cuenta de que en realidad la vida resulta incomprensible. Lo cual genera una nueva insatisfacción, la de comprobar que el intento por comprender la vida mediante la literatura lo único que ilumina es la imposibilidad de alcanzar esa comprensión. Pero entonces sucede algo curioso, y es que el hecho de descubrir esa imposibilidad me conmueve, admira e impulsa a escribir más y más.

Juan José Millás
Escribo por las mismas razones por las que leo: porque no me encuentro bien.

Rosa Montero
Escribo porque no puedo detener el constante torbellino de imágenes que me cruza la cabeza, y algunas de esas imágenes me emocionan tanto que siento la imperiosa necesidad de compartirlas. Escribo para tener algo en qué pensar cuando, en la soledad tenebrosa de la duermevela, por la noche, en la cama, antes de dormir, me asaltan los miedos y las angustias. Escribo porque mientras lo hago estoy tan llena de vida que mi muerte no existe: mientras escribo, soy intocable y eterna. Y, sobre todo, escribo para intentar otorgar al Mal y al dolor un sentido que en realidad sé que no tienen.

Luis Muñoz
Creo que puedo distinguir razones de tipo general y razones particulares. Entre las particulares: por darle forma a una emoción concreta, por hacerle un hogar de palabras a uno de esos pensamientos que uno cree que pueden ser salvadores, por ser vulnerable al contagio de otro poema que creo admirable y hacerme la ilusión de que puedo responderle, conversar con él o seguir alguno de sus hilos sueltos. Entre las generales, por querer sentir mi tiempo, el rabioso presente, en el lenguaje; por estar enamorado de la capacidad de las palabras para volver a decir la verdad, por el sentimiento de libertad que produce, por darles forma a seres informes: embriones de voces, sentimientos, sensaciones, ideas...
A
ntonio Muñoz Molina
Creo que nunca he pensado mucho en por qué escribo, salvo cuando me han hecho esa pregunta y he tenido que improvisar una respuesta que sonara convincente. Escribo, sobre todo, porque me gusta mucho hacerlo, y me ha gustado casi desde que tengo recuerdos. Me gustaba inventar cuentos, escribirlos y dibujarlos cuando era niño. Me gustaba escribir redacciones en la escuela. Luego empecé a leer novelas de aventuras y me enteré de que todas ellas tenían un autor, que solía ser Julio Verne, y por primera vez me imaginé practicando ese oficio. Después me aficioné a leer poesía y por imitación me puse a escribir versos, siempre muy malos. Cuando tuve una máquina de escribir, se me iban las tardes improvisando lo que fuera, por el puro gusto de golpear las teclas: diarios, poemas, obras de teatro. Escribo por gusto y porque me gano la vida escribiendo. Algunas veces disfruto mucho y otras preferiría estar haciendo cualquier otra cosa. Pero en ocasiones en que me he puesto a escribir contra mi voluntad y casi a la fuerza he encontrado cosas que de otra manera no se me habrían ocurrido. También escribo por quitarme la mala conciencia de no haber escrito, o para tener el alivio de haberlo hecho. Me puedo imaginar no publicando, al menos durante largos períodos, pero no me imagino no escribiendo. En el fondo es un vicio, un hábito cotidiano, o una manera de estar en el mundo, como tener afición por la lectura o por la música.

Julia Navarro
Para mí, escribir es una oportunidad de vivir otras vidas, pero también de asumir compromisos, aunque a veces vayan envueltos con el papel del entretenimiento.

Andrés Neuman
Escribo porque de niño sentí que la escritura era una forma de curiosidad e ignorancia. Escribo porque la infancia es una actitud. Escribo porque no sé, y no sé por qué escribo. Escribo porque sólo así puedo pensar.

Amélie Nothomb
Me preguntan por qué elegí escribir. Yo no lo elegí. Es igual que enamorarse. Se sabe que no es una buena idea y uno no sabe cómo ha llegado ahí, pero al menos hay que intentarlo. Se le dedica toda la energía, todos los pensamientos, todo el tiempo. Escribir es un acto y al igual que el amor, es algo que se hace. Se desconoce su modo de empleo, así que se inventa porque necesariamente hay que encontrar un medio para hacerlo, un medio para conseguirlo.

Arturo Pérez-Reverte
Escribo porque hace 25 años que soy novelista profesional, y vivo de esto. Es mi trabajo. Igual que otros pasan en la oficina ocho horas diarias, yo las paso en mi biblioteca, rodeado de libros y cuadernos de notas, imaginando historias que expliquen el mundo como yo lo veo, y llevándolas al papel a golpe de tecla. Procuro hacerlo de la manera más disciplinada y eficaz posible. En cuanto a la materia que manejo, cada cual escribe con lo que es, supongo. Con lo que tiene en los ojos y la memoria. Muchas cosas no necesito inventarlas: me limito a recordar. Fui un escritor tardío porque hasta los 35 años estuve ocupado viviendo y leyendo; pateando el mundo, los libros y la vida. Ahora, con lo que eché en la mochila durante aquellos años, narro mis propias historias. Reescribo los libros que amé a la luz de la vida que viví. Nadie me ha contado lo que cuento.

Nélida Piñón
Yo escribo porque el verbo provoca en mí desasosiego, afila los mil instrumentos de la vida. Y porque, para narrar, dependo de mi creencia en la mortalidad. Con la fe en que una historia bien contada me arrebate las lágrimas. Sobre todo cuando, en medio de la exaltación narrativa, menciona amores contrariados, despedidas hirientes, sentimientos ambiguos, despojados de lógica. Escribo, en conclusión, para ganar un salvoconducto con el que deambular por el laberinto humano.

Álvaro Pombo
Pienso en el pequeño cementerio de Londres, a unos diez minutos a pie de Paddington Green, donde robé un perro feo, de cemento, del sepulcro de una dama ahí enterrada. Al venir a Madrid, abandoné ese perro a su suerte. Escribir esto, ¿es escribir, o no? Es, desde luego, un modo de hacer surgir los recuerdos y las imágenes distinto del modo normal: un modo prefabricado, que desea causar un efecto imborrable al menos en mi alma y luego en la de un lector o un millón, si es posible. Y también es un intento de expresar el ser, el Dios, en la claridad del ser-ahí que era yo en aquel entonces, al borde de la nada.

Benjamín Prado
Yo escribo para divertirme, para entretenerlos, para aprender, para enseñarles, para que sea cierto que "escribir es soñar y que otros lo recuerden al despertar", para que no me olviden, para que no nos callen y, en primer lugar, porque no podría no hacerlo.

Soledad Puértolas
Las alegrías de la vida te desbordan. El dolor y la pérdida te superan y hunden. El tedio y la monotonía pueden resultar aniquiladores. Cuando escribo, estoy fuera de esa realidad. He entrado en otra donde sí es posible buscar un sentido, incluso vislumbrarlo. La soledad, que tantas veces se ha hecho insoportable, se hace ligera y deseable. El estado perfecto. Hay metas, humanidad, sentidos. Hasta cabe la risa, el gran regalo.

Santiago Roncagliolo
Debería decir que escribo porque no sé hacer nada más, pero intentaré una respuesta más profunda: creo que la realidad no tiene ningún sentido. Las cosas pasan a tu alrededor de una manera errática, a menudo contradictoria, y un día te mueres. Las cosas en que creías dejan de ser ciertas de un momento a otro. En cambio, las novelas tienen un principio, un medio y un desenlace. Los personajes se dirigen hacia algún lugar, la gloria, la autodestrucción o la nada, y sus acciones tienen consecuencias en ese camino. Escribo historias para inventar algo que tenga sentido.

Fernando Royuela
Escribo para seducir, para subvertir, para sentirme vivo y muerto, para llorar, amar y maldecir. Escribo para no tener que aguantarme, para negar el mundo, para huir. Escribo porque me da la gana y me lo puedo permitir.

David Safier
¿Se acuerda de cuando era niño y jugaba, inventando historias disparatadas con figuritas de indios, vaqueros o pitufos? ¿O simplemente imaginando en la bañera que era el capitán de un barco pirata que buscaba un tesoro en medio de la tormenta? ¿Se acuerda de cómo se sentía cuando jugaba con otros niños en la calle y vivían increíbles aventuras haciendo de exploradores, cazadores o agentes secretos; luchando contra dinosaurios, monstruos o supermalos que querían destruir la tierra con rayos mortales? Pues bien, todo eso es lo que yo hago todavía. Jugar con mi imaginación. Cada día de mi vida. Y lo seguiré haciendo hasta que me muera. O me vuelva loco.

Jorge Semprún
Si lo supiera, tal vez no escribiría. Quiero decir, si lo supiera con certeza, si a cada momento pudiese proclamar taxativamente, sin vacilar, por qué escribo, y para qué, para quién o quiénes; si así fuera, tal vez no escribiría. O sea que escribo, en cierta medida, para encontrar respuestas al porqué. Escribir no es un acto reflejo, ni una función natural. No se escribe como se come o se ama. No se agota en el hecho de escribir el portentoso, o doloroso, o lo uno y lo otro, milagro de la escritura. No se agota, al escribir, el deseo inagotable de la escritura. Tal vez porque sea ésta la mejor forma de sobrevivir. ¿Por qué escribo? Tal vez para sobrevivir a la muerte, la necesaria muerte que me nombra cada día.

Wole Soyinka
Hace varios años, participé en esta misma experiencia con el periódico francés Libération . En aquella ocasión contesté: "Supongo que por el ser masoquista que llevo dentro de mí". Desde entonces, no he tenido ningún motivo para cambiar mi respuesta.

Antonio Tabucchi
Preferiría formular la pregunta así: ¿Por qué se escribe? Hace tiempo, cuando era joven, escuché a Samuel Beckett responder: "No me queda otra". Las respuestas posibles son todas plausibles pero con signo de interrogación. ¿Escribimos porque tememos a la muerte? ¿Porque tenemos miedo de vivir, porque tenemos nostalgia de la infancia, porque el tiempo pasado corrió deprisa o porque queremos detenerlo? ¿Escribimos porque a causa de la añoranza sentimos nostalgia, arrepentimiento? ¿Porque querríamos haber hecho una cosa y no la hicimos o porque no deberíamos haber hecho algo que hicimos? ¿Por qué estamos aquí y queremos estar allá y si estuviéramos allá nos hubiese resultado mejor quedarnos aquí? Como decía Baudelaire, la vida es un hospital donde cada enfermo quiere cambiar de cama. Uno piensa que se curaría más deprisa si estuviera al lado de la ventana y otro cree que estaría mejor junto a la calefacción.
Andrés Trapiello
Lo natural es hablar, incluso cantar, pero no escribir. Poner las palabras por escrito en un libro es, decía Unamuno, una "tragedia del alma", y acaso se escriba por miedo a quedarse uno a solas con su dolor, como si escribir fuese un remedio, y no un veneno. Así lo siento yo también.

Kirmen Uribe
En noviembre de 2007 tuve la suerte de asistir como escritor invitado a la clase de escritura creativa de Anthony MacCann, en el CalArts de Los Ángeles. Anthony me contó que los mejores de cada promoción son fichados por las grandes productoras para trabajar como guionistas de series de televisión. Se hacen ricos. Los "peores", por el contrario, se dedican a la poesía. A mí me encanta quedarme solo y escribir. "Un solitario impulso de delicia" me lleva a escribir, como decía Yeats en su poema "Un aviador irlandés prevé su muerte". Disfruto casi tanto como los "peores" de CalArts, que, tumbados en el césped del campus con un libro en las manos, levantaban la mirada para ver pasar las nubes. Yo, en la clase de Anthony, sería, sin duda, del grupo de los poetas.

Mario Vargas Llosa
Escribo porque aprendí a leer de niño y la lectura me produjo tanto placer, me hizo vivir experiencias tan ricas, transformó mi vida de una manera tan maravillosa que supongo que mi vocación literaria fue como una transpiración, un desprendimiento de esa enorme felicidad que me daba la lectura. En cierta forma la escritura ha sido como el reverso o el complemento indispensable de esa lectura, que para mí sigue siendo la experiencia máxima, la más enriquecedora, la que más me ayuda a enfrentar cualquier tipo de adversidad o frustración. Por otra parte, escribir, que al principio es una actividad que incorporas a tu vida con otros, con el ejercicio se va convirtiendo en tu manera de vivir, en la actividad central, la que organiza absolutamente tu vida. La famosa frase de Flaubert que siempre cito: "Escribir es una manera de vivir". En mi caso ha sido exactamente eso. Se ha convertido en el centro de todo lo que yo hago, de tal manera que no concebiría una vida sin la escritura y, por supuesto, sin su complemento indispensable, la lectura.
Juan Gabriel Vásquez
Escribo porque me irrita y me entristece el desorden del mundo, y descubrí hace mucho tiempo que en la buena ficción el mundo tiene un orden o su desorden tiene un sentido. Escribo porque mi inteligencia es limitada y sólo soy capaz de entender lo que viene en palabras. Escribo, por lo tanto, porque no entiendo o porque ignoro: "escribe sobre lo que conoces" me parece el consejo más idiota del mundo, porque se escribe, precisamente, para conocer.

Manuel Vicent
Si esta pregunta se me hubiera formulado hace muchos años, cuando empecé a escribir, mi respuesta habría sido más romántica, más literaria, más estúpida. Probablemente habría contestado que escribía para crear un mundo a mi imagen, para poder leer el libro que no encontraba en mi biblioteca, para no suicidarme, para enamorar a una niña, para influir en la sociedad o tal vez cínicamente porque no servía para nada más, ni siquiera para arreglar un enchufe. Sin olvidar lo que este oficio tiene de vanidad y de narcisismo, a estas alturas de la profesión creo que escribo porque es un trabajo que me gusta, que unas veces me sale bien y otras mal, pero en cualquier caso la literatura ya forma parte de un mismo impulso vital que me sirve para sentirme a gusto todavía en este mundo, sin que espere gran cosa de su resultado.

Enrique Vila-Matas
Ah, ya veo, vuelve la vieja y pérfida pregunta. Pero también podrían ustedes preguntarme por qué acabo de hacer un moño en mis zapatos, y por qué no me he contentado con un nudo que, para el caso, me habría servido igual. En algún tiempo remoto, un antepasado hizo el primer moño. Nosotros no somos más que sus imitadores, un eslabón en la cadena ininterrumpida de la tradición. De modo que a quien habría que preguntarle por qué escribo es a ese antepasado, preguntarle por qué quiso ir más allá del nudo.

Juan Eduardo Zúñiga
El jardincillo parece envejecido con los fríos de noviembre y el suelo está cubierto de las hojas caídas de una acacia. Dejo de mirarlo desde la ventana, estoy solo en el cuarto vacío donde tengo los juguetes y los cuentos, en las paredes sujetas con chinchetas hay dos láminas referentes a un país extranjero y extranjero es el autor de un libro que cojo, y me aprendo su nombre: Michel Zevaco. Leo el final del segundo capítulo: un hombre busca sin parar en un cofre lleno de joyas y no encuentra lo más importante para él. Me extraña esto ¿más valioso que joyas? Tengo al lado un cuaderno y lápiz, sin pensar escribo: "Él buscaba algo entre las joyas..." y sigo escribiendo, sigo así hasta hoy..


Escribir según Alfred Capus 
Alfred CAPUS
En la literatura, como en la vida, hay que ser claro, pero no transparente.
Los clásicos son sobrevivientes, pero en forma temporaria y siempre revocable.
¿Una buena receta literaria? Tengo dos: no decir nunca las cosas que podría decir otro; no usar jamás expresiones con las que otro se contentaría.
La mitad de lo que escribimos es dañino; la otra mitad, inútil.
Alfred Capus, Pensées (Pensamientos recogidos por Robert Chouard) 


Escribir según Jean Rostand
Jean ROSTAND 
Un gran escritor es alguien que sabe sorprendernos diciendo lo que sabemos desde siempre.
Literatura : proclamar delante de todos lo que hemos escondido a los seres más cercanos.
Existen obras de arte tan fastidiosas que nos asombra que haya existido alguien para escribirlas.
Jean Rostand (1894– 1977), biólogo y filósofo fraccés. Gran parte de sus aforismos y reflexiones están compilados en libros como "Pages d'un moraliste", "Carnet d'un biologiste"o "Journal d'un caractère".



Escribir según Peter Handke
Al escribir, los recuerdos deben venir en un impulso: sólo así están bien. Recogidos con la voluntad se vuelven pedantes. 
Escribir significa escapar cada día a los brillantes bordes de la vida (sí, es siempre un escape, un escape de mí mismo): y las etapas de la escritura son: a) pienso en ti; b) te pienso. C) te escribo.
A diferencia de lo que ocurre en la música y en la pintura, en la literatura nadie puede llegar a ser un maestro. En la literatura no existen obras maestras.
El clasicismo no es un ropaje, es precisamente la constante transición hacia la desnudez.
El arte sólo es tal, cuando el “cómo” brilla en la obra.
Peter Handke, “Historia del lápiz” (Península/Ideas)


Escribir según George Orwell
George ORWELL 
Dejando aparte la necesidad de ganarse la vida, creo que hay cuatro grandes motivos para escribir, por lo menos para escribir prosa. Existen en diverso grado en cada escritor, y concretamente en cada uno de ellos varían las proporciones de vez en cuando, según el ambiente en que vive. Son estos motivos:
1. El egoísmo agudo. Deseo de parecer listo, de que hablen de uno, de ser recordado después de la muerte, resarcirse de los mayores que le despreciaron a uno en la infancia, etc., etc. Es una falsedad pretender que no es éste un motivo de gran importancia. Los escritores comparten esta característica con los científicos, artistas, políticos, abogados, militares, negociantes de gran éxito, o sea con la capa superior de la humanidad. La gran masa de los seres humanos no es intensamente egoísta. Después de los treinta años de edad abandonan la ambición individual -muchos casi pierden incluso la impresión de ser individuos y viven principalmente para otros, o sencillamente los ahoga el trabajo. Pero también está la minoría de los bien dotados, los voluntariosos decididos a vivir su propia vida hasta el final, y los escritores pertenecen a esta clase. Habría que decir los escritores serios, que suelen ser más vanos y egoístas que los periodistas, aunque menos interesados por el dinero. 
2. Entusiasmo estético. Percepción de la belleza en el mundo externo o, por otra parte. en las palabras y su acertada combinación. Placer en el impacto de un sonido sobre otro, en la firmeza de la buena prosa o el ritmo de un buen relato. Deseo de compartir una experiencia que uno cree valiosa y que no debería perderse. El motivo estético es muy débil en muchísimos escritores, pero incluso un panfletario o el autor de libros de texto tendrá palabras y frases mimadas que le atraerán por razones no utilitarias; o puede darle especial importancia a la tipografía, la anchura de los márgenes, etc. Ningún libro que esté por encima del nivel de una guía de ferrocarriles estará completamente libre de consideraciones estéticas.
3. Impulso histórico. Deseo de ver las cosas como son para hallar los hechos verdaderos y almacenarlos para la posteridad.
4. Propósito político, y empleo la palabra "político" en el sentido más amplio posible. Deseo de empujar al mundo en cierta dirección, de alterar la idea que tienen los demás sobre la clase de sociedad que deberían esforzarse en conseguir. Insisto en que ningún libro está libre de matiz político. La opinión de que el arte no debe tener nada que ver con la política ya es en sí misma una actitud política.
Puede verse ahora cómo estos varios impulsos luchan unos contra otros y cómo fluctúan de una persona a otra y de una a otra época. Por naturaleza -tomando "naturaleza" como el estado al que se llega cuando se empieza a ser adulto- soy una persona en la que los tres primeros motivos pesan más que el cuarto. En una época pacífica podría haber escrito libros ornamentales o simplemente descriptivos v casi no habría tenido en cuenta mis lealtades políticas. Pero me he visto obligado a convertirme en una especie de panfletista.
George Orwell, Por qué escribo. Traducción de Rafael Vázquez Zamora. Texto incluido en A mi manera (editorial Destino, 1976)



Escribir según Edmond Jabès
Creo que un escritor es responsable incluso de lo que no escribe.
El texto se abre al texto a través de la pregunta que se hace y que nos hace.
Responde –o intenta responder– a nustra espera respondiendo de sí.
La práctica del texto es práctica del ser.
Ahondar en la palabra es ahondar en uno.
Soy aquel que escribo –que se escribe con las palabras que me escriben.
Soy lenguaje– de la lengua su bagaje.
Soy la palabra que me expresa expresándose.
Escribir es responder a todas las voces insistentes del pasado y a la de uno mismo; voz profunda, íntima, que interpela al porvenir.
Edmond Jabès, "El libro de los márgenes III. Construir en el día a día" (Arena libros, traducción de Begoña Díez Zearsolo)



Escribir según Gao Xingjian
Considero que el escritor sólo es responsable ante su lenguaje.
Sólo me rijo por un principio: soy el que se sirve de la lengua y no la lengua la que se sirve de mí. Si busco un lenguaje propio es para expresar con mayor precisión mis sensaciones y no para permitir que el lenguaje juegue conmigo.
La lengua literaria debería poder leerse en voz alta, es decir, tendría que depender no sólo de la letra, sino del oído, pues el sonido es el alma de la lengua: aquí radica la diferencia entre el arte del lenguaje y el oficio de la composición literaria.
No creo que para innovar haya que negar la tradición; la tradición está ahí, y todo depende de cómo se entienda, de cómo se emplee.
La literatura no es una simple copia de la realidad, pues atraviesa las capas superficiales para penetrar hasta su mismo fondo; revela lo que es falsa apariencia y, remontándose a las alturas, navega por encima de las ideas comunes para mostrar, con visión macroscópica, las particularidades y pormenores de la situación.
La literatura no intenta en absoluto subvertir, sino descubrir y revelar la verdad de un mundo que el hombre o bien raramente puede conocer, o bien apenas conoce, o bien cree conocer y en realidad no conoce.
Gao Xingjian: "En torno a la literatura" (El Cobre, 2003). Traducción de Laureano Ramírez.



Escribir según P. D. James
Una de las funciones del contexto es aportar verosi­militud al relato, una función de especial importancia en la narrativa de misterio donde suelen acontecer sucesos extraños, dramáticos o terroríficos que deben situarse en lugares muy tangibles donde el lector pueda entrar como entraría a una estancia conocida. Si nos creemos el lugar, podremos creernos los personajes. Además, el contexto puede establecer desde el primer capítulo la atmósfera de la novela, ya sea de suspense, terror, miedo, amenaza o misterio.
Una de las primeras decisiones que tiene que tomar un novelista, tan importante como la elección del lugar, es el punto de vista. De quién será la mente, los ojos y los oídos a través de los que nosotros, los lectores, parti­cipamos en la trama.
El narrador en primera persona tiene la ventaja de la cercanía y de la identificación y la empatía del lector con aquel cuya voz está oyendo. También puede contribuir a la verosimilitud del relato, dado que es más probable que el lector suspenda su incredulidad en los giros más inverosímiles de la trama si escucha la explicación de boca de la persona más implicada. (...) Sin em­bargo, la desventaja del narrador en primera persona es que el lector sólo sabe lo que se sabe el narrador, sólo ve a través de sus ojos y sólo experimenta sus vivencias; por eso, por lo general, su uso es más apropiado en los thri­llers de acción que en la narrativa detectivesca.
P. D. James: "Todo lo que sé sobre novela negra" (Ediciones B)


Escribir según Theodor Adorno
Theodor ADORNO
Primera medida precautoria del escritor: observar en cada texto, en cada pasaje, en cada párrafo si el motivo central aparece suficientemente claro. El que quiere expresar algo se halla tan embargado por el motivo, que se deja llevar sin reflexionar sobre él. Se está "con el pensamiento" demasiado cerca de la intención y se ovida decir lo que se quiere decir.
Ninguna corrección es tan pequeña o baladí como para no realizarla. Entre cien cambios, cada uno aisladamente podrá parecer pueril o pedante, pero juntos pueden determinar un nuevo nivel del texto.
Cuando muchas frases parecen variaciones de la misma idea, a menudo simplemente significan diferentes tentativas de plasmar algo de lo que el autor aún no es dueño. En cuyo caso debe elegirse la mejor formulación y con ella seguir trabajando.
El escritor no puede aceptar la distinción entre expresión bella y expresión exacta. Ni debe creerla en el receoso crítico ni tolerarla en sí mismo. Si consigue decir lo que piensa, en ello hay ya belleza.
El fárrago no es ningún bosque sagrado. Siempre es un deber eliminar las dificultades, que sólo surgen de la comodidad en la autocomprensión.
Theodor W. Adorno, "Minima moralia"



Escribir según Joseph Joubert
Escribiendo demasiado arruinamos nuestro espíritu; no escribiendo, lo oxidamos.
Cuando se escribe con facilidad siempre se cree contar con más talento del que se tiene. 
Sólo se debe emplear en un libro la dosis de ingenio que se requiere, pero en la conversación se puede emplear más de la que se requiere.
Para escribir bien se necesita una facilidad natural y una dificultad adquirida.
Hay que ser profundos en términos claros y no en términos oscuros.
Lo que acarrea todos los males a nuestra literatura se halla en que nuestros sabios tienen poco ingenio y nuestros hombres de ingenio no son sabios.
Sólo buscando las palabras se encuentran los pensamientos
Las palabras son como el vidrio; oscurecen todo aquello que no ayudan a ver mejor
Antes de emplear una palabra hermosa hazle un sitio.
Ciertos escritores se crean noches artificiales para dar un aspecto de profundidad a su superficie y más reumbre a sus luces mortecinas
Son buenas obras sólo aquellas que han sido durante mucho tiempo, si no trabajadas, al menos soñadas.
Joseph Joubert (1754-1824 ), “Sobre arte y literatura” (Periférica, 2007), traducción de Luis E. Rivera a partir de la selección y edición póstuma que hiciera Chateaubriand , amigo de Joubert.




Escribir según Walt Whitman 
Un escritor no puede hacer nada más necesario ni más satisfactorio por los hombres que revelarles las posibilidades infinitas de sus almas.
Casi todas las obras de arte cansan. Sólo las grandes obras maestras no cansan nunca y jamás deslumbran de entrada.
Cuando uno escribe, nada confunde más que los consejos. Si alguien desea tener en claro lo que está haciendo debe, ante todo, jurar que nunca seguirá ningún consejo.
Frases de Walt Whitman, recogidas por Horace Traubel en su libro "With Walt Whitman in Camden" (conversaciones con el poeta).


Guillermo SAMPERIO 
Escribo de manera irreflexiva porque entiendo que los textos se prefiguran dentro de uno y lo importante es hacer contacto con ellos. El escritor cubano José Lezama Lima decía que el escritor anda vagando en silencio, sin escribir, hasta que en un momento dado se topa con lo que él llamó "dinámica oscura", la cual se encuentra dentro del escritor. La ventaja de esta dinámica oscura, según Lezama, es que cuando entras en contacto con ella, encuentras ya un universo de lenguaje, las imágenes y las formas literarias, todo prefigurado. Al momento de la escritura en sentido estricto yo le llamo figuración. En cuanto tengo la primera versión del texto, lo leo y veo sus fallas, y lo rescribo de inmediato. Luego lo dejo descansar un par de meses, con lo cual tomo distancia emotiva de él y lo vuelvo a rescribir. Hay textos que requieren más de tres rescrituras.
Quien quiere escribir cuentos necesita conocer las bases fundamentales de la escritura de los mismos; sin embargo, soy de la idea de que en el momento de la escritura el cuentista tiene que olvidarse de la teoría y dejar fluir el texto porque lo que ha aprendido sobre la cuentística irá incorporándose mientras el autor va escribiendo. Asímismo la teoría le va a ser de mucha utilidad para las inevitables varias correcciones que hará del cuento.
El buen cuentista nunca entrega los datos de la historia totalmente, con el fin de que el lector participe en la creación del cuento; sin embargo, no puede estar falto de acciones.
El escritor de cuentos no sólo debe tener un laboratorio de poesía sino ser un gran lector de la misma pues la poesía es el género más cercano a la cuentística. Un verso es sintético, tiene musicalidad y contiene una idea en tan sólo siete silabas, por ejemplo; el cuento, en la práctica, una vez reelaborado varias veces y escuchado por el autor por alguien que se lo lee en voz alta para detectar las fallas musicales lo que entrega al editor es una partitura que contiene una historia a la cual llamamos cuento. Los poemas que el cuentista escribe en su laboratorio no es necesario que los publique, ya que son ejercicios.
No escribo para nadie en específico, pero entiendo bien que cuando el texto se va escribiendo él ya va buscando a sus lectores. Soy consciente de que cuando escribo no debo meterme en el territorio del lector; es decir, entre texto y lector existe una frontera invisible que el escritor debe respetar. Me refiero a no escribir cosas que el lector va a deducir por sí mismo, sin ayuda del texto.
Conceptos vertidos en una entrevista realizada por Joseph B. Macgregor y en otra realizada por Yolanda Sassoon, en ocasión de la edición de "Cómo se escribe un cuento. 500 tips para nuevos cuentistas del siglo XXI", de Guillermo Samperio (México, 1948), editorial Berenice, 2008.



Escribir según Julio Ramón Ribeyro
Julio Ramón RIBEYRO 
Una nueva forma de narrar no implica necesariamente innovaciones espectaculares de carácter técnico o verbal sino un simple desplazamiento de la óptica. El asunto consiste en encontrar el ángulo novedoso que nos permita una aprehensión inédita de la realiad. Pienso particularmente en el caso de Kafka –por oposición a Joyce.
Yo establezco una diferencia muy nítida entre escribir y publicar. Escribir es para mí un asunto personal, una tarea que me impongo porque me agrada o me distrae o me impulsa a seguir viviendo. Publicar, en cambio, es un fenómeno diferente, una gestión que encomiendo a otra parte de mi ser, el administrador, bueno o mal, que todos tenemos dentro.
Escribir es inventar un autor a la medida de nuestro gusto.
Textos correspondientes al magnífico y muy recomendable diario personal del escritor peruano Julio Ramón Ribeyro: “La tentación del fracaso” (diario 1950-1978), Seix Barral, 2003.


Escribir según La Bruyère
Todo autor, para escribir con claridad, debe ponerse en el lugar de sus lectores, examinar su propia obra como algo que le fuera extraño, como algo que lee por primera vez, como si le resultara ajeno y se lo enviara otro autor para someterlo a juicio ; y persuadirse después de que se le comprende no porque él se entiende a sí mismo, sino porque en verdad es inteligible.
Todo el ingenio de un autor consiste en definir y en pintar bien. Homero, Platón, Virgilio y Horacio no aventajan a otros escritores más que por sus expresiones e imágenes. Es necesario expresar lo verdadero para escribir natural, intensa, delicadamente.
Jean de la Bruyère (1645-1696) : « Los caracteres o Las costumbres de este siglo »

Escribir según Somerset Maugham
El lector de una novela debe querer saber qué le va a pasar enseguida a los personajes en los que el autor lo ha interesado y, si no lo hace, no hay razón ninguna para que lea la novela del todo. Porque la novela, no me cansaré de repetirlo, no debe ser considerada un medio de instrucción o de enseñanza, sino una fuente de diversion inteligente. 
No se debe escribir, por supuesto, como se habla; tampoco hablar como se escribe. No obstante, la lengua escrita sólo tiene vida y vitalidad en la medida en que se base con firmeza en el lenguaje corriente.



Somerset Maugham retratado por Graham Sutherland, 1949 (©Tate) 


Así como en una novela no se pueden reproducir las conversaciones exactamente como tienen lugar en la vida real, sino que tienen que ser comprendidas de modo que sólo se den los puntos esenciales, concisa y claramente, de igual modo los hechos tienen que estar sujetos a cierta deformación para que estén de acuerdo con el plan del autor y mantegan así la atención de lector. Deben omitirse los incidentes no pertinentes; deben evitarse las repeticiones (y Dios sabe que la vida está llena de repeticiones); las ocurrencias y los acontecimientos que en la vida real estarían separados por un lapso de tiempo tienen, a menudo, que ser aproximados. Ninguna novela está enteramente libre de improbabilidades y los lectores se han acostumbrado tanto a las más usuales que las aceptan como cosas rutinarias. El novelista no puede hacer una transcripción real de la vida, nos pinta un cuadro que, si es un realista, trata de hacer parecido a la vida; y si creemos en él, es que él ha tenido éxito. 


William Somerset Maugham, Diez novelas y sus autores 
(Traducción de Nicolás Suescún, Grupo editorial Norma)




Escribir según Karl Kraus
Hay dos clases de escritores: los que lo son y los que no lo son. En el caso de los primeros, el fondo y la forma van de la mano como el cuerpo y el alma; en el caso de los segundos, el fondo y la forma van de la mano como el cuerpo y un traje. 
Imposible imitar o plagiar a un escritor cuyo arte reside en las palabras. Habría que tomarse el trabajo de copiar su obra entera.
Hay que leer dos veces a todos los escritores, a los buenos y a los malos. A unos se los reconoce de este modo; a los otros se los desenmascara.
La suma de las ideas de un texto literario debe ser el fruto de una multiplicación, no de una adición.
Un signo de falta de talento literario es decir todas las cosas con la misma entonación y la misma distancia.
Entre los que ya no se entienden y los que se entienden demasiado por ser obvios, raros son los viejos libros que conservan un contenido vital.
Habría que escribir siempre como si fuese la primera y la última vez. Decir tanto como si uno se estuviera despidiendo, pero decirlo tan bien como si uno estuviera dando sus primeros pasos.

Extractos de los Aforismos de Karl Kraus (1874-1936). 




Escribir según Samuel Butler
Desde el momento en que una cosa ha sido escrita, o puede escribirse y razonarse acerca de ella, ha cambiado de naturaleza para volverse tangible.
La palabras son pensamientos organizados, así como las formas vivas son acciones organizadas.
Hubo un tiempo en que el lenguaje era una proeza tan rara como la escritura en los tiempos en que ésta se inventó. Probablemente hablar estaba en un principio reservado a unos pocos sabios, tal como escribir en la Edad Media, y se fue generalizando de modo gradual.
Queremos que las palabras hagan más de lo que pueden hacer.
Las palabras son como el dinero; no hay nada más inútil, salvo cuando le damos uso.
Un joven autor suele estar tentado a dejar todo lo que ha escrito, por miedo a no haber dicho lo suficiente en caso de ponerse a cortar. Pero es más fácil ser extenso que ser breve.
El mayor secreto de las buenas obras musicales, literarias o pictóricas reside en que no ambicionan demasiado; si se nos pregunta “¿qué es demasiado?”, la respuesta es: “todo lo que nos parece arduo o poco placentero”. Si apreciar o entender una obra se vuelve una labor y no un placer, la dificultad es excesiva.
No hay que andar a la caza de los temas. Hay que dejar que estos nos elijan a nosotros.
Mis libros, yo no los hago. Crecen. Vienen y me piden con insistencia que los escriba.
El estilo, en cualquier disciplina artística, debería ser como la ropa y llamar la atención lo menos posible.~


Samuel Butler (1835-1902). Extractos de The Note-Books of Samuel Butler. Selección y traducción de Eduardo Berti.




Escribir según Julian Barnes


La literatura incluye a la política, pero no ocurre lo mismo al revés. No es una opinión que esté muy de moda, ni entre escritores ni tampoco entre políticos, de modo que tendrá que disculparme. Los novelistas que piensan que sus escritos son un instrumento político degradan, me parece, la literatura y exaltan neciamente la política. No, no estoy diciendo que debería prohibírseles que tuvieran opiniones políticas ni que hicieran declaraciones políticas. Sólo digo que a esa parte de su trabajo deberían llamarle periodismo. El escritor que imagina que la novela es la forma más eficaz de participar en política suele ser un mal novelista, un mal periodista y un mal politico. 
Cuando los lectores se quejan de la vida de los escritores: que por qué no hizo esto; que por qué no mandó cartas de protesta a la prensa acerca de aquello; que por qué no vivió más a fondo; ¿no están haciendo en realidad una pregunta mucho más simple y mucho más vana? A saber, ¿por qué no se nos parece más? Sin embargo, si el escritor se pareciese más al lector, no sería escritor, sino lector: así de sencillo.
Es tan imposible imaginar una Idea sin Forma como una Forma sin Idea. En arte todo depende de la ejecución: la historia de un piojo puede ser más bella que la historia de Alejandro.~
Julian Barnes, El loro de Flaubert (traducción de Antonio Mauri, Anagrama ediciones)






Escribir según Clarice Lispector
No es fácil escribir. Es duro como partir rocas. 
Consigo la simplicididad con mucho esfuerzo.
La forma de defenderse es escribir.
Lo que voy a escribir ya debe estar, sin duda y de algún modo, escrito en mí. Tengo que copiarme.
Escribo porque no tengo nada que hacer en el mundo : estoy de sobra y no hay lugar para mí en el mundo de los hombres.
Escribo por mi desesperación y mi cansancio, ya no soporto la rutina de ser yo, y si no existiese la novedad continua que es escribir, me moriría simbólicamente todos los días.
Pasajes de « La hora de la estrella », novela de Clarice Lispector publicada en castellano por Ediciones Siruela, traducción de Ana Poljak.



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